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ecientemente se ha dado a conocer los resultados de las pruebas del PISA 2010 administrados aún el 2009, ocasión en el que participaron 65 países del mundo.
De ese universo, el Perú ocupó el puesto número 62 a diferencia del año 2000 en el que ocupó el último puesto de un total de 41 participantes.
Lo que sorprende son las declaraciones del propio Chang Escobedo y la jefa de la unidad de medición educativa del MED, quienes al conocer los resultados que comentamos, señalaron que se estaba en el camino correcto y que se había mejorado en comparación a la participación del año 2000.
No se necesita hacer mucho esfuerzo mental para darse cuenta que las infelices declaraciones del ministro Chang y la aludida funcionaria del MED, hasta cierto punto son necias. Por que calificarla que se está en el camino correcto significa haber avanzado notoriamente. Si Ud. establece una proporcionalidad matemática se dará cuenta fácilmente que más bien se ha retrocedido. Lo demostramos a continuación de la siguiente manera: En el 2000 de 41 participantes fuimos los últimos (Puesto 41), esta vez en la hipótesis de un “universo” de 62, hubiéramos sido igualmente últimos pero ocupando el puesto 62 (Perú no superó a ninguno de los que ya lo superaron en el 2000). ¿Que es eso, si no es retroceder?.
No se puede esconder el sol con un dedo. Este hecho, indudablemente pone al desnudo que la tan mentada “reforma educativa” es un fracaso. ¿Dónde están pues los resultados de los supuestos cambios en la mejora de la calidad educativa?
De hecho lo que aquí falla, son las políticas educativas que forman parte de las políticas de estado. Las llamadas reformas educativas en tanto sean impuestas por la fuerza y con mayor razón si es para perjudicar la educación pública y buscar despidos laborales, encubiertos bajo careta de evaluación, no cuajarán.
El flanco débil mediante el cual el estado se viene desacreditando, es su negativa a incrementar el presupuesto al sector educación que debe ser no menor del 6% del PBI, no obstante a que la propia Ley General de educación y otras normas complementarias así lo dispongan. Allí radica el quid del asunto. Su odio de clase puede incluso, mas que cualquier espíritu reformista.
Publicado en Conare Sute Lima
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